Sanidad: Coste o Inversión
“ Si los determinantes de la salud más importantes son sociales,
sociales también deberán ser las soluciones”
Michael Marmot, profesor de Epidemiología y Salud Pública en Londres
Existe hoy consenso en que la pobreza infantil es un fenómeno complejo y que su impacto sobre niños y niñas pone en juego el capital humano de nuestros países. A pesar de los desarrollos para intentar una aproximación al problema, no se ha llegado a un modelo con amplio consenso sobre necesidades y recursos. Un mayor y más adecuado conocimiento de los determinantes y la situación de pobreza multidimensional en la infancia permitirá formular políticas públicas más eficaces para superarla y romper su transmisión intergeneracional. Por lo tanto, para cumplir con los derechos de los niños y adolescentes, es necesario erradicar tanto la pobreza infantil como la pobreza general, siendo esencial incidir en los determinantes de la salud.
Los datos son esenciales para identificar a los niños menos favorecidos del total de 2200 millones que hay en el mundo, conocer las dificultades que enfrentan, y diseñar y hacer seguimiento de las iniciativas destinadas a hacer realidad los derechos de todos ellos.
Algunos de los niños y jóvenes que presentan mayor riesgo de pobreza no viven con su familia, sino en instituciones, hogares infantiles, alojamientos temporales, hostales u hospitales, cárceles, hogares para refugiados o asilados, casas rodantes o en las calles. También es posible que algunos de los menores con mayores riesgos no estén representados en las encuestas de hogares, porque viven en zonas alejadas o en familias y comunidades cuya presencia puede no estar registrada. Es posible que todos estos grupos sean invisibles para las estadísticas.
A nivel mundial, uno de cada seis niños menores de cinco años tiene deficiencia de peso, y uno de cada cuatro tiene retraso del crecimiento.
Este texto es una llamada a los profesionales de salud pública, pediatras y otros, para analizar y estudiar la repercusión de la pobreza en la población infantil y presionar así a las instituciones que deben actuar en favor de los niños y niñas vulnerables.
En definitiva, hemos mejorado, pero queda todavía mucho por hacer. Sería intolerable que hubiese un niño que muere de hambre, pero es que no solo hay uno, sino que muere uno cada cuatro segundos.
Los recursos destinados a la infancia siguen siendo considerados un coste, cuando en realidad son la mejor inversión.
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