En medio de un entorno paradisíaco, en términos medioambientales, en plena naturaleza, donde predomina el verde por encima del rojo de la tierra; abrimos una puerta que despierta nuestros sentidos: a la vista demasiados ojos de sufrimiento pidiendo a gritos ayuda… al oído quejidos, llantos, gemidos… al olfato una sensación nauseabunda… tras esa puerta que acabamos de abrir se nos dirige la mirada que no puede esconder el sufrimiento prolongado de quien no tiene nada que llevarse a la boca, de quien hace semanas o meses que sufre un intenso dolor, vomita repetidamente… de niños con una enfermedad de semanas y meses de evolución que ha desembocado en más de una complicación.
Sin embargo su ausencia sería todavía más horrorosa, sería la muerte.
La malnutrición nutre día a día las habitaciones, pero sigue sin nutrir el corazón de las personas que derrochamos comida, dinero… y perpetuamos que día a día sigan muriendo en lugares como Etiopía inocentes niños por no más causa que no tener nada para llevarse a la boca.