Os voy a hablar de mi primera vez,
la primera vez que fui a África.
¿Sabéis cómo me imaginaba África antes de ir?
Para ello
Os invito a que me acompañéis en este viaje,
en realidad, tampoco vamos a viajar ahora por todo el continente, viajaremos tan solo a un país, que es el que mejor conozco ya que he estado viviendo allí: Etiopía.
Y.… os pregunto: ¿Qué es lo primero que os viene a la mente si hablamos de Etiopía?
A mí lo primero que me vino a la mente antes de ir fue un paisaje desértico, poblados de adobe y paja, niños con desnutrición… Conflictos, miseria, pobreza…
Y os preguntaréis por qué tenía esta visión de Etiopía y no otra, ¿verdad?
Por los PREJUICIOS.
Sí, tengo prejuicios.
Tenía una imagen preconcebida de Etiopía, y en ocasiones creemos que esa primera imagen corresponde a toda la realidad.
Para explicarme mejor, os voy a contar mi historia:
La primera vez que llegué a Etiopía, aterricé en el aeropuerto de Addis Abeba, y al salir me quedé impactado:
Lo primero que vi fue una autopista bien asfaltada y llena de coches, edificios bien altos de más de veinte y treinta pisos.
Personas bien vestidas, algunas incluso con traje y hablando con un smartphone de última generación… vamos … ¡igual que aquí!
¿Y sabéis que pensé, entonces?
-Ah, Esto no parece África
No es lo que me esperaba encontrar.
Seguí mi camino hasta llegar a una zona rural con casas de adobe y paja.
Donde se encontraba el hospital rural de Gambo.
Una vez allí me presenté al director del hospital contento y con muchas ganas:
.¡Hola! Soy médico, vengo de “cooperación” a ayudar en lo que haga falta.
Puedo visitar niños, adultos, mujeres embarazadas, atender partos, puedo ayudar a limpiar, a cocinar… ¡¡ a lo que sea!!