Viaje a África: La Odisea del Médico Novato
Bienvenidos a mi primera vez en África, una odisea que me llevó a cuestionar todas mis ideas preconcebidas. Pero, claro, para darle un toque de humor, llamémoslo «Viaje a África: La Odisea del Médico Novato».
Antes de partir, tenía la idea de África como un lugar lleno de desiertos, aldeas de adobe y niños desnutridos. Pero, ¿sabéis qué? No me esperaba encontrar autopistas asfaltadas y rascacielos al aterrizar en Addis Abeba. África, ese lugar donde los elefantes pasean por la sabana y los leones saludan desde la ventanilla de tu coche.
Al llegar al hospital rural de Gambo, me presenté al director con la seguridad de un superhéroe que llega a salvar el día. «¡Hola! Soy médico, vengo de ‘cooperación’ a ayudar en lo que haga falta. Puedo atender partos, cocinar, hacer malabares… lo que sea». Pero el director, en vez de ovacionarme, me pidió el título de médico como si fuera la entrada a una discoteca exclusiva.
Pensad en un momento en llegar a un hospital nórdico y presentaros así: «¡Hola! Soy médico, vengo a salvar a Mumin de una fiebre muy grave». No, amigos, allí no hay pasillos de adobe ni caballos salvajes corriendo por las llanuras.
Luego, saqué mis bolsas llenas de medicamentos. Me sentía como el Papá Noel de la salud. Pero el director, con cara de «esto es un chiste», revisó los medicamentos y, sorpresa, ¡estaban en español! Algo no cuadraba. «¿En tu país te darían medicamentos caducados, aunque sea por dos días?». Y yo, que me veía como el Robin Hood de los medicamentos, caí en la cuenta de que quizás no era tan héroe.
Pero lo mejor fue cuando le mostré mi aporte a la alegría infantil: globos y caramelos. El director me miró con incredulidad. «Ah, claro, porque a los niños les encanta tener un globo cuando se mueren de hambre». Mi intento de ser el animador de la aldea quedó reducido a nada.
Y así, entre estereotipos derrumbados y un intento fallido de ser el Robin Hood del tercer mundo, aprendí que África no es una película de Hollywood y que los niños no cambian su hambre por globos.
Ahora, os pregunto de nuevo: ¿Qué os viene a la mente cuando hablamos de Etiopía? Yo ya no veo lo mismo, y ¿tú?
Espero que entra risa y risa algo haya cambiado en la mente
