No se puede separar la salud de los humanos de la salud del planeta.
Más allá de un derecho, la salud es un bien, un valor…. como podría ser también la felicidad….
Es una responsabilidad de una parte individual (intentando cuidarnos, conservándola, etc.)
Es una responsabilidad social, de proporcionar la mejor asistencia sanitaria posible para todos.
El pediatra Iñaki Alegría, nos muestra la importancia de un proyecto que facilita medios y recursos para ofrecer a la población la oportunidad, como en muchos otros lugares del mundo, de luchar por su vida.
«La mala salud no es sólo una consecuencia de la pobreza, sino que puede ser una de las causas.»
Bajo el título “Epidemias olvidadas” hemos conocido los testimonios de los ponentes Xavier Vallès, microbiólogo y epidemiólogo especializado en la realidad sanitaria de los países africanos e Iñaki Alegría, director médico del Hospital General de Gambo en Etiopía, que nos han aportado sus experiencias sobre epidemias que han quedado invisibilizadas por el impacto de esta pandemia y que afectan millones de personas desatendidas porque no están recibiendo la atención médica que necesitan.
Xavier Vallès nos ha aportado dos reflexiones: ¿Qué significan las palabras “salvar” y “erradicar”? En términos biomédicos “salvar” significa evitar la muerte, pero realmente las vacunas y los tratamientos médicos no salvan, puesto que la muerte es inevitable un día u otro; lo que hacen es posponer la muerte, pero, sobre todo, mejoran la calidad de vida y esto tiene que ver con la dignidad humana. Es por eso que se cuestiona ciertas medidas como el confinamiento a las residencias de ancianos porque se puede conseguir que el virus no los infecte, pero a la vez estamos rompiendo los vínculos familiares que es todo el que los da sentido los últimos años de sus vidas. A qué precio podemos llevar estas lógicas si las personas mayores morirán de pena? Hay cierta incoherencia entre querer salvar vidas a expensas de una vida sin sentido como es la separación de los seres queridos. En este línea, más que salvar se trataría de proteger, es decir, conseguir sistemas de protección social donde se sitúe a las personas en el centro. Un sistema en el que la buena voluntad pueda hacer una sociedad más resilente a las epidemias y que no haya regresiones respecto a los progresos que se han hecho. No se trata de pasar a una lógica neoliberal de crecimiento infinito, dado que esta lógica capitalista biomédica puede llevar a disrupciones hacia situaciones vulnerables y de emergencia.
Por otro lado, solo se ha podido erradicar la viruela mientras que han surgido enfermedades nuevas, por lo que pensar en erradicar nos lleva a una visión reduccionista de qué son las epidemias. No se trata de erradicar un microorganismo ya que estos interactúan con otros y, por lo tanto, podríamos provocar más problemas que soluciones. Las vacunas son importantes, pero no tenemos que perder de vista la importancia del control y la prevención de estas enfermedades. También tenemos que ver más allá de la propia enfermedad porque las chicas jóvenes en muchos países de África, a pesar de tratarlas con medicamentos, son vulnerables socialmente y estructuralmente, al sufrir agresiones psicológicas, embarazos precoces y el problema de la transmisión de enfermedades… por lo tanto, los efectos colaterales también están muy presentes.
Para Iñaki Alegría la pregunta que nos tenemos que hacer es “¿Por qué olvidamos las epidemias?”. El problema es que hemos normalizado ciertas situaciones y que la crisis sanitaria en África es el resultado de un sistema capitalista donde prevalece hacer negocio por encima de las personas. Al mismo tiempo se hace patente que las vidas no valen lo mismo según la raza, clase y procedencia.
El problema en Etiopía es la gran tasa de mortalidad infantil (por debajo de los 5 años) y que con la COVID-19 se espera un empeoramiento de las condiciones de vida tanto en nutrición como en recursos sanitarios. Y parece paradójico que obtener la vacuna de la covid en un tiempo récord nos dé esperanza y optimismo para desarrollar otros tratamientos, pero la realidad es que, o bien ciertas enfermedades no se investigan, o bien los conocimientos y recursos médicos que tenemos a nuestra disposición no llegan a África.
¿Hacia dónde nos lleva esta experiencia? Está claro que será un punto de inflexión, pero no sabemos en qué dirección:
Si la de huir, el escapismo del “sálvese quién pueda”;
El surgimiento de una mentalidad de co-dependencia que se ve en las generaciones más jóvenes de cuidar el medio, puesto que “todos dependemos de todos”;
O la de cambiarlo todo para que todo continúe igual, es decir, queremos que todo vuelva a ser como antes.
En definitiva… si no hay un cambio de paradigma en el que las personas sean el centro y se valoren todas las vidas por igual no conseguiremos un futuro mejor.
