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Jamila engañó a la muerte nada más nacer

Jamila engañó a la muerte nada más nacer

La lucha de una bebé en Etiopía ilustra el esfuerzo para garantizar la vida tras el parto

 

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Hawi cuida a su bebé Jamila en la sala de cuidados intensivos del hospital de Gambo (Etiopía), bajo la vigilancia del padre, Hamde Wova (fotografía de Alfons Rodríguez)

 

XAVIER ALDEKOA | GAMBO, ETIOPIA,

 ALFONS RODRÍGUEZ

01/09/2019 07:37Actualizado a01/09/2019 10:27

 

En su primer día de vida, Jamila engañó a todos. A los médicos, a los enfermeros y a la muerte. A su madre, Hawi Merga, no. Cuando la mujer dio a luz, mientras los sanitarios cortaban el cordón umbilical que le unía a su hija, su cuerpo se sumió en un temblor incontrolable por el agotamiento y el esfuerzo del parto. Acaso, también, por la sospecha de que el sufrimiento no había hecho más que comenzar. Eran las ocho de la mañana cuando Jamila lloró por primera vez. Fue un llanto enérgico e in crescendo, que inundó la sala de partos de Gambo, una antigua leprosería reconvertida en hospital en una aldea a 250 kilómetros de Addis Abeba, capital de Etiopía. Aquel sollozo retumbó en las paredes de la maternidad y resbaló por los pasillos sucios del edificio como un canto a la vida. Jamila apuró el engaño: se acurrucó dócil sobre el torso de su madre, con la piel húmeda y los dedos encogidos. Al poco, se moría: una infección pulmonar obligó a los médicos a reanimar su corazón detenido con un desfibrilador. Apenas minutos después de la paz inicial, su madre chillaba enajenada cuando el cuerpo de la niña se elevaba tras cada sacudida de electricidad. En su primer día de vida, Jamila engañó a todos porque cuando nació en realidad se moría y cuando estaba muerta empezó a luchar.

Tras reanimar a la bebé, cuando se la llevaban a la incubadora, Kedir Ogato, uno de los sanitarios que había atendido el parto primero y el paro cardíaco después, se secaba la frente de sudor. “Pensaba que la perdíamos”, reconoció. Al hablar, Ogato apretaba las cejas porque tampoco estaba claro todavía si Jamila iba a sobrevivir un día más.

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Dirigidos por Iñaki Alegría, un joven médico catalán que había llegado allí cinco años antes para un voluntariado de tres meses y no se había podido marchar, un equipo de doctores y enfermeros etíopes se turnaba para atender a los noventa niños de la sala de pediatría e intensivos.

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Sigue leyendo y descubre la evolución de Jamila en:

https://www.lavanguardia.com/internacional/20190901/47109605967/jamila-muerte-nacer-gambo-etiopia.html

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Ojalá lo sea siempre

Ojalá lo sea siempre África Etiopía

Muchas gracias de corazón Xavier Aldekoa por tu visita a Gambo, por los momentos compartidos en este humilde hospital al sur del país, muchas gracias por tus palabras.

Es todo un honor que el trabajo de Gambo y sus trabajadores quede plasmado en un capítulo de tu maravilloso libro “Indestructibles”, libro  de lectura obligada para acercar las historias de este continente tan silenciado y olvidado, habitado por personas que buscan ser felices, igual que nosotros.

 

“Gambo es una posibilidad. Recuerdo las noches en vela en este pequeño hospital de Etiopía y tener la sensación de que siempre había una opción. La última, a veces. De que el recién nacido en estado crítico o la madre que había perdido demasiada sangre durante el parto podían salir adelante porque había médicos y enfermeros que trabajaban sin descanso. Y que creían. Faltan medios y manos aún, pero a pesar de ello en Gambo se salvan vidas cada día. Por eso ese hospital rural etíope es una maravillosa posibilidad. Ojalá lo sea siempre.”

Xavier Aldekoa

 

“Iñaki y su equipo de médicos etíopes actuaban con rapidez y no tenían más remedio que adaptarse a la escasez.”  Indestructibles, Xavier Aldekoa

 

Indestructibles es un libro sobre seres humanos que no se rinden, de mujeres etíopes que creen en la humanidad, y se juegan la vida para traer al mundo el futuro de Etiopía.

Os animo a leer el precioso libro, y quiero compartir con vosotros unos breves fragmentos sobre el capítulo de Gambo, agradeciendo de corazón a Xavier Aldekoa y Alfons Rodríguez.

 “Iñaki Alegría. Pediatra treintañero de Barcelona, había llegado cinco años atrás a aquel lugar perdido de Etiopía para hacer un voluntariado de tres meses en el hospital de la localidad, una antigua leprosería fundada en 1922, y ya no se había podido marchar. Hacía un par de años lo habían nombrado director médico del centro sanitario y se paseaba por sus pasillos con una bata blanca, un fonendo colgado del cuello y el nervio afilado. Estaba extremadamente delgado y como llevaba una barba larga y el pelo liso, tenía un aire de misionero antiguo en constante sacrificio. Esto último era literal. Estaba todo el día, las noches también, atento a cualquier cosa que pudiera pasar y siempre andaba deprisa, saludando a todo el mundo, con la urgencia en la mirada”.

 “El problema estaba enquistado porque la solución no pasaba por una simple vacuna o una pastilla milagrosa, sino por una mejora general del sistema sanitario y una red de atención accesible a mujeres embarazadas.”

 “Estoy feliz de estar en el hospital –decía – , pero aún no lo estoy del todo. El parto siempre es difícil.”

 “Después de un buen rato, los esfuerzos del equipo médico surtieron efecto y Jamila volvió a respirar”

Indestructibles, de Xavier Aldekoa