Su alma me habla a través de su mirada: quiere vivir

Su alma me habla a través de su mirada: quiere vivir

Oigo un gemido. Me acerco más para escucharlo con más claridad. Entro en la sala. El quejido se oye con más intensidad, se repite de manera rítmica. Un quejido y unos segundos de silencio Me adentro en la sala. Tengo 3 camas a mi derecha y otras 3 a mi izquierda. Podrías pensar que la sala tiene una capacidad para 6 niños, en efecto, este es el número de camas, sin embargo nos encontramos a do niños por cama, 12 niños en un reducido espacio, y dos más en una esquina en una cama supletoria.

El hospital dispone de 4 salas más como esta, y una sala con 10 cunas para los más pequeños. Cómo hemos visto en cada sala hay 6 camas, 12 niños y con posibilidad de ingresar a 14 niños por sala. Pero no es suficiente. Esperamos en los siguientes meses abrir una nueva sala para poder ampliar la capacidad y disponer de más espacio. Es necesario.

El quejido sigue, esta vez más rápido, menos segundos de silencio entre quejido y quejido. Me acerco a la cama de dónde proviene el sonido. Allí me encuentro su mirada, penetrando mi alma. Respira. El quejido coincide con cada espiración. Respira. Inspira. Silencio. Quejido. Y se vuelve a repetir la secuencia. Cada vez más rápido.

Sus grandes ojos negros se clavan en mi mirada. Nada se antepone ante su mirada y la mía. Malaku y yo. Nada más parece existir en este preciso instante. Su mirada me perfora despertando mi alma. La vida de Malaku grita a través de su pupila, sus cuerdas vocales ya no tienen fuerza para ello, pero su alma me habla a través de su mirada: Quiere vivir, me pide vivir.

No llora, se le han secado las lágrimas, no grita, tan sólo un quejido. Aguanta. Lucha por la vida. Boquea, es demasiado pronto para abandonar su alma, no quiere renunciar a su vida todavía.

Le cojo su pequeña mano, le aprieto con fuerzas, siento una leve presión de sus dedos entre los míos, apenas tiene fuerzas para presionarme.

Una máscara de plástico con forma triangular le cubre le boca y nariz. Le suministramos oxígeno a través de esa máscara para ayudarle a respirar.  Pero sigue luchando en cada respiración. Tiene una grave infección pulmonar, una neumonía.

El oxígeno es un aire bien preciado. Gambo es de los pocos hospitales de la región que pueden suministrar oxígeno a quienes lo necesitan. El oxígeno salva vidas.

El motivo de no tener oxígeno en otros centros, es tan sencillo como inaceptable, el precio. El motivo de que muchos niños no lo puedan obtener en otros centros distintos, nuevamente el precio, no pueden pagarlo.

El dinero es lo que marca la diferencia entre vivir o morir ahogado, literalmente por falta de oxígeno, todo por una neumonía que se podía haber evitado con una vacuna o con un tratamiento a tiempo.

Ángel, esta es la traducción de su nombre en Amhárico, Malaku. Y eso es lo que parece ser Malaku, un ángel que lucha por llenar sus pulmones con el oxígeno necesario para vivir, y cada respiración es una victoria, pero un gran esfuerzo de todos los músculos de su tórax que se exprimen al máximo en cada inspiración acabando en un leve gemido, una nueva victoria, con escasos segundos de descanso, hasta iniciar la nueva inspiración. Inspirar y espirar, este sencilla maniobra, pero de vital importancia, sin ella no hay vida. Y Malaku, se niega a morir, al menos todavía. No ha llegado su hora. Y nosotros, a través de nuestro personal de enfemería nos encargamos de que así sea.

Cada segundo es una lucha por la supervivencia. Se alargan los segundos, los minutos se convierten en horas. Las primeras 24 horas de ingreso se convierten en una eternidad.

El gemido se vuelve más débil. Me acerco con preocupación. Me temo lo peor, que sus músculos se estén agotando, después de exprimir cada respiración. Es horrible morir ahogado. Miro con miedo, con temor, me encuentro la mirada penetrante de Malaku, con un brillo en su mirada. Está mejor. Respira con menos dificultad. Se cruzan nuestras. Dibujo una sonrisa que contagia su rostro. Esperanza. Alegría.

A los 3 días podemos ya quitarle la máscara triangular para cambiarlo por unas cánulas en sus fosas nasales, no necesita tanto oxígeno. Está mejorando.

Ha recuperado el apetito.

Malaku ingresó gravemente enfermo. A su problema respiratorio se une otro gran problema. El tener 2 años y un peso de 6 kg. Una desnutrición aguda severa.

Por ello ha ingresado en la unidad terapéutica nutricional de Gambo. Iniciando alimentación con la F75, una leche de fórmula compuesta especialmente para los niños afectos de desnutrición aguda siguiendo la composición establecida por UNICEF i la WHO (World Health Organization). Cada 3 horas las enfermeras preparan la leche F75 y uno a uno la van repartiendo a los niños afectos de desnutrición cómo marca el protocolo, observando cuidadosamente que las madres los alimenten apropiadamente. Es muy importante ser meticuloso y riguroso.

Malaku ingresa junto a Metke, postrada  en la cama, sin fuerzas para sostenerse en pie. Otra víctima de la inanición, la peor lacra, de la que conocemos prevención y tratamiento, algo tan sencillo y que a la vez parece tan difícil: comer. Cuando lo que tienes delante de ti no son cifras, sino que es la mirada penetrante de Malaku, te invade un sentimiento de rabia, impotencia e incompresión: ¿Cómo puede ser posible? Es posible, se encarga de recordárnoslo la mirada silenciosa de Metke, demasiado silenciosa…

Su mirada se me quedó grabada. Se me vuelve a quedar ahora.

Han pasado 3 semanas desde que Malaku ingresó en manos de Alima, su madre, que lo sostenía en su regazo, asustada, temiendo por su vida. No era para menos. Realmente estaba entre la vida y la muerte. Y sin ser agorero, más cerca de la muerte. Día tras día, las enfermeras lo han ido cuidando, alimentando con la leche terapéutica y administrando los antibióticos que el médico prescribía. Un trabajo en equipo, un maravilloso equipo formado por personal local que han ido forjando día tras día, gesto tras gesto, la vida de Malaku, devolviéndolo de nuevo al mundo de las sonrisas, de la alegría, a una infancia que nunca se le debería haber robado.

La mirada que me pedía a gritos ayuda para vivir, es ahora una mirada de luz, agradecimiento y felicidad por haber vuelto a la vida, por haber vuelto a vivir, o mejor dicho, por vivir por primera vez, ya que sin lugar a dudas Malaku nunca había estado tan sano como lo está ahora, recuperado de su neumonía y de su desnutrición. Ahora, a sus 2 años Maluku empieza a vivir, a ser un niño, a reír, jugar, correr y saltar.

¡Con Alegría!

Todo esto ha sido posible gracias a todo el equipo etíope del hospital de Gambo: al maravilloso equipo de enfermeras y enfermeros que han cuidado día tras día cariñosamente de Malaku y de todos los niños que tienen ingresados, a las limpiadoras, auxiliares y jardineros que hacen día tras día una labor maravillosa, a los médicos de Gambo. Cada uno de ellos realiza un trabajo esencial, Gambo es un rompecabezas y cada uno es una pieza esencial sin la que el conjunto no funcionaría. Así pues desde aquí, mi más sincera enhorabuena y agradecimiento a cada uno de vosotros, las personas más importantes en Gambo, vosotros sois Gambo, auténticos héroes que permanecen día tras día al pie del cañón. Es un gran placer  y honor para mí formar parte de un equipo tan maravilloso! ¡Gracias!

¡Con Alegría!

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4 comentarios en “Su alma me habla a través de su mirada: quiere vivir”

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