Tras más de dos años de coronavirus vemos la recién llegada viruela del mono como una posible nueva pandemia. Pero la gran diferencia con la COVID-19 es que la viruela del mono tiene poco de recién llegada. En África la conocen muy bien desde hace décadas. Incluso se sospecha que podrían llevar siglos conviviendo con ella. Sin embargo, hasta que no ha puesto patas arriba Estados Unidos y Europa (y ahora también algunos otros países) no nos ha llamado la atención.
Iñaki Alegría, pediatra y coordinador médico del Hospital General Rural de Gambo, en Etiopía, lo señalaba estos días en su cuenta de Twitter con tanta dureza como exactitud. “Hasta que no haya un blanco con viruela del mono, no se le va a dar importancia”. Esa frase, escuchada en varias ocasiones a médicos de República Democrática del Congo, uno de los países de África más afectados, era una triste predicción de lo que finalmente ha ocurrido.
Poca gente a este lado del mundo conocía la viruela del mono, pero ahora todos la tenemos en cuenta. Ocurrió lo mismo en su día con el ébola. Además, con las enfermedades que nos han atacado primero a nosotros, como la COVID-19, apenas hemos hecho mención a la situación en África. Hemos acumulado vacunas hasta la saciedad, sin pensar en esos países con menos recursos. Ni siquiera por puro egoísmo, pues para hablar realmente de una inmunidad de grupo lo ideal sería inmunizar a todo el planeta.
En temas de salud, el egoísmo, unas veces consciente y otras un tanto inconsciente, sigue imperando. Por eso, tienen que darse situaciones como esta para que nos demos cuenta. Porque los virus no entienden de colores de la piel ni de dinero ni de clases sociales. Pero por desgracia los recursos económicos destinados a la sanidad sí. Y los grandes olvidados siempre son los mismos.
Es la frase que escuchamos a los científicos de República Democrática del Congo» en los últimos años, preocupados ante el aumento de casos de viruela del mono «monkeypox» en su país en los últimos años.
Cómo realizar cooperación sanitaria en África (y cómo contarlo al volver)
Breve manual de ida y vuelta cargado de ironía para familiarizarse con los prejuicios y estereotipos heredados de la mirada colonial que lastran nuestro equipaje cuando trabajamos en África, según la experiencia en terreno de los autores
En los inicios del siglo XXI, el escritor keniata Binyavanga Wainaina publicaba un irónico y certero artículo:Cómo escribir sobre África. En el mismo explotaba los clichés sobre el continente para mostrar en una especie de lúcida guía sobre los prejuicios que nos brotan espontáneos cuando hacemos referencia a él. Inspirándose en ese texto, Desmon T. Jumbam, especialista de la universidad de Harvard, repetía el ejercicio, trasladándolo esta vez a su ámbito de la salud global, para denunciar con parecida retórica cómo se cae en las mismas trampas que denunciaba satíricamente Wainaina. Leer ambos artículos es un difícil ejercicio para los que, como nosotros, hemos estado repetidas veces en África, tanto como visitantes como trabajadores.
De hecho, es el principal terreno donde desarrollamos nuestra labor. Y resulta complicado porque no estamos libres de haber incurrido en la gran mayoría (quizá la totalidad) de errores que ambos artículos reflejan. Sí, nosotros hemos sido esos blancos que se han visto atrapados en la visión de un África donde late “el corazón de las tinieblas”. Aquellos que, a los pocos días de llegar, nos veíamos capaces de hacer un análisis médico de una enfermedad desconocida, o de entender el contexto social para resolver las necesidades de esas poblaciones africanas que en adelante llamaríamos “vulnerables”. Basado en los artículos de Wainaiana y Jumbam, hemos elaborado un pequeño protocolo de iniciación para todos aquellos que deseen pisar los mismos charcos que nosotros. Comencemos.
En la carta de presentación para la organización que te acogerá no olvides escribir algo así como “es el sueño de mi vida, siempre he querido hacerlo, quiero ser útil”. También puedes hacer referencia al vacío existencial que te supone la vida en España y que vas a África a encontrarte a ti mismo (no dudes que te encontrarás, y lo más probable es que te sorprenda el resultado). No te preocupes si lo que te hace falta es tiempo. No es necesario que renuncies a tu vida por varios años, con dos o, como mucho, tres semanas ya puede ser suficiente para cambiar el mundo. En ese tiempo ya habrás entendido muchísimas cosas, entre otras, las complejas interacciones que perpetúan los círculos de la pobreza.
En la carta de presentación para la organización que te acogerá no olvides escribir algo así como “es el sueño de mi vida, siempre he querido hacerlo, quiero ser útil”
Antes de partir, prepara bien la maleta. No olvides realizar una recogida de material sanitario. Acepta todo tipo de medicamentos: no importa que estén caducados o que todos los prospectos estén en español y allí nadie los entienda. Está claro que todo ayuda. Incluso dos comprimidos sueltos de un fármaco cualquiera, una venda deshilachada o un guante de látex sin par. Eso sí, prepárate tú mismo con calzado, pantalones y camisas de calidad, preferentemente de tipo safari, que te permita mantener la dignidad entre los sudores del calor tropical y convertirte en el super-cooperator con el que siempre has soñado.
Una vez hecho el equipaje, ya puedes irte a ayudar en “lo que haga falta”, ya se sabe que en África todo vale, no es necesario que tengas experiencia. Si eres pediatra, enfermera o epidemiólogo, aunque en España nunca te atreverías a realizar una cesárea, drenar un absceso, reducir una fractura, pautar un tratamiento de una enfermedad desconocida ni criticar las decisiones de compañeros con más experiencia. No te preocupes, en África todo eso es posible: porque lo que se necesita allí son conocimientos y médicos, así en general, hayas hecho lo que hayas hecho previamente.
En cuanto a la burocracia previa, no es necesario que efectúes los largos y pesados trámites para convalidar tus títulos y acreditarte como profesional sanitario. Eres blanco, vienes de Europa y eso ya es suficiente. Así que no te compliques y entra con visado de turista. Utilízalo para visitar las salas de niños a diario, con cara apesadumbrada y un rictus de nerviosismo, pero por supuesto, no desaproveches la oportunidad para visitar algún exuberante parque natural o alguna playa paradisiaca durante el fin de semana.
Pero hay cosas más exóticas para todo un cooperante que ver a animales en la sabana o bucear entre ballenas. Así que una vez allí, no pierdas la ocasión de acudir a presenciar, por ejemplo, la esencia de un parto sin medios, sin anestesia y con asistencia limitada, como aquí se hacía antaño. No olvides tampoco realizar fotografías en las que se vea la cara de dolor (también de alegría, cómo no) de la madre y el llanto del niño. Coge al bebé recién nacido y posa con él para colgarlo en redes con un título como “hay luz en la oscuridad” o “alegría en medio de la tristeza.” Por supuesto, no es necesario que pidas permiso para tomar la instantánea ni colgarla en redes (lo harás en cuanto puedas porque estarás enormemente agradecido de poder desconectar del móvil y de ellas).
Pero si no es posible porque el bebé ha nacido deprimido y precisa reanimación, céntrate y ponte a trabajar: no es necesario que preguntes a los padres que quieren hacer, ya que tú sabes más que ellos y lo que es mejor para su hijo; tú ya has decidido ir a por todas (además de no perder la ocasión para “hacer manos”). En el resto de salas del hospital, tampoco pidas ayuda a tus compañeros. Recuerda que tú siempre tienes razón, eres un sanitario europeo y sabes más que el médico que se ha formado (precariamente, por supuesto) allí. Incluso de esas enfermedades de las que solo habías oído hablar de soslayo como la malaria, el VIH o la tuberculosis. Tampoco sigas los protocolos locales, no pierdas el tiempo en conocerlos, ya sabes de antemano que están, como mínimo, obsoletos; así que aplica los tuyos que son siempre mejores.
No hace falta que despilfarres analgesia y pongas demasiada a los pacientes; los negros son más fuertes y al estar acostumbrados, aguantan más el dolor. Y cuando te pongas delante de una lesión de piel, olvida que durante tu formación no llegaste ni a saber que ese tono existía y sé resolutivo. Seguramente encuentres por allí un apergaminado libro de medicina colonial con un nombre titulado algo así como “dermatología en piel negra, en pieles oscuras, o de raza no caucásica”. Ahí encontrarás lo que necesitas para toda una especialización exprés que te evite expresar lo que estás sintiendo: “En la piel negra no se ve el eritema”.
No hace falta que despilfarres analgesia y pongas demasiada a los pacientes, los negros son más fuertes y al estar acostumbrados, aguantan más el dolor
¿África es el lugar idóneo para realizar investigación?
Puede ser. En cualquier caso, sorpréndete cuando descubras que los estudios allí también necesitan pasar por la aprobación de los comités éticos, y que es igualmente necesario que los pacientes firmen y entiendan lo que significa un consentimiento informado. Y a la hora de preparar un estudio, indígnate además con los trámites aduaneros que siempre dificultan su desarrollo: es difícil comprender por qué no dejan viajar con medicamentos para esos estudios en el viaje de ida, ni porque ponen problemas para facturar muestras biológicas en el de vuelta. Porque tú has ido allí a investigar, algo que a los africanos no les importa, tan ocupados como están con la asistencia.
Respecto a la asistencia, critica la desidia y la falta de interés de tus compañeros, los cuales viven allí continuamente, cobran poco y están sometidos a la presión de un trabajo sin recursos y a la inseguridad del entorno.
Llámalos vagos cuando tú vas allí 10 días y trabajas 12 horas al día, y ellos que llevan más de 20 años dedicando más de ocho horas cada día, ahora se niegan a hacer 12. Si te piden dinero por las horas extra, háblales de altruismo y autorrealización.
Y ya que estás con ellos, utilízalos para ayudarte a recopilar datos y facilitarte, en la medida de lo posible, el desarrollo de esos estudios que tanto necesitan de ti. Luego, sin embargo, no te preocupes y no los incluyas como autores del artículo que escribirás porque con un simple agradecimiento servirá. Y si decides añadirlos, nunca lo hagas ni en primera ni en última posición en la lista.